Cuando en 2016 comenzaron a circular por la red vídeos de HK_Projekt nos quedamos fascinados por la recreación futurista y fotorrealista de Kowloon, pero sobre todo por el protagonista: un gatito. El proyecto independiente prometía dos cosas que captan rápidamente la atención de las redes: neones y mininos. En 2020 el título resurgió con su nombre definitivo: Stray. El concepto que dio la vuelta al mundo a base de retweets y de artículos en medios se había convertido en un juego completo, que llega este martes 19 de julio a PC, PS5 y PS4, incluido en PlayStation Plus Extra.
La premisa, antes de ponernos a los mandos, nos generó dos intereses y sendas dudas sobre cómo los abordaríanVenir de Tragamonedas Gratis Online. Primero, hasta qué punto modificaría nuestra manera de explorar una ciudad diseñada para robots de tamaño humano siendo un pequeño gatito. Segundo, cómo se trataría la narrativa siendo un animal incapaz de dialogar con androides que tienen su propio idioma. En lo primero, BlueTwelve Studio ha acertado, aunque hay algún asterisco aquí en el que entraremos más adelante.
En lo segundo, sin embargo, han optado por una opción que percibimos como vaga y decepcionante. En lugar de quebrarse la cabeza para hacer una historia guiada por la narrativa ambiental, por la expresividad gestual del gato callejero y los robots, han introducido un robot que acompaña al cuadrúpedo. Es una especie de altavoz inteligente volador y con orejitas con DeepL integrado: traduce los grafitis de la pared, lo que dicen los otros robots, las notas que encontramos, y nos ayuda en algún que otro puzle.
Esta decisión tiene una consecuencia importante. Stray no se percibe como la historia de un gato callejero que se separa de sus compañeros mininos tras caer a un foso y que debe recorrer una ciudad futurista para volver a la superficie. Stray es la historia del robot, de B12 y de su pasado. El gato anónimo es tan solo su vehículo para moverse por el mundo. Así, el personaje que manejamos directamente deja de tener una importancia propia. En cierto modo, nosotros somos el robot para B12.
Una aventura sencilla, pero con muy buen ritmo
Aunque quienes acudan a Stray para jugar la historia de un gato se sentirán tan decepcionados a ese respecto como nosotros, ni mucho menos el juego distribuido por Annapurna Interactive es aburrido. Al contrario: es una aventura de exploración lineal muy centrada en las plataformas, con puzles sencillos pero bien resueltos, y algunas secciones breves que agitan un poco las bases de una propuesta muy fluida donde será muy raro que quien juega se atasque en algún punto.
Lo que haremos la mayor parte del tiempo será estudiar escenarios muy verticales para averiguar de un vistazo por dónde podemos pasar, a qué sitio tenemos que subir o por qué elementos tenemos que saltar para llegar a la siguiente zona. El asterisco al plataformeo se lo ponemos en que no es libre, otra decisión que habría complicado la ejecución del proyecto, pero que se percibe extraña siendo un juego protagonizado por un gato. Aquí no hay que ejecutar saltos precisos, sino simplemente apuntar al elemento del escenario al que queremos subir o bajar: si llegamos, aparecerá el botón contextual en pantalla para saltar automáticamente.
A veces este tirar para adelante constante se complementa con rompecabezas basados en interactuar con el escenario para abrirnos camino, como tirar un objeto a un ventilador para que se bloquee o patear un bote de pintura en una terraza para que se caiga, que salga un robot a limpiarlo y poder acceder a otro lugar. También hay muchas situaciones de aventura clásica que nos harán encontrar objetos por los escenarios (B12 tiene un inventario infinito, pero nunca tendremos demasiados ítems) para dárselos a distintos androides y que nos ayuden en nuestro periplo.
A lo largo de las entre las 4,5 y 6 horas de duración (una cifra que variará dependiendo de lo que uno se entretenga con las breves y escasas actividades secundarias, haciendo capturas de pantalla o haciendo el gato por los escenarios) también se introducen nuevas mecánicas que se descartan rápidamente para refrescar la jugabilidad: secuencias en las que hay que atraer y huir de una suerte de insectos gigantes, partes en las que los podremos combatir y secciones de sigilo, entre otras.
También hay otras mecánicas que rara vez utilizan para algo útil. Además de andar, saltar y correr, el gato puede arañar ciertas superficies, tirar objetos de estanterías, juguetear con pelotas, y por supuesto, maullar (hay un botón dedicado para ello). Excepto lo último, que sí es cierto que se utiliza un poco más, lo demás queda en el olvido después de que nos hayan abierto una puerta al arañarla, o directamente no sirve para nada más que para relajarse de la aventura y conseguir algunos trofeos o logros.
Un mundo atractivo en lo artístico y lo técnico
En lo jugable no es brillante. La historia de ciencia ficción que cuenta nos ha recordado demasiado a otras obras que hemos jugado, leído o visto; además, es incapaz de sorprender y emocionar. Y a pesar de todo esto, Stray consigue ser entretenido durante toda su duración porque tiene muy buen ritmo, tanto en la cadencia a la que se suceden acontecimientos en su argumento, como a la hora de ofrecer nuevas situaciones jugables, como sobre todo, a la hora de recorrer su mundo.
Ese mundo tiene un peso muy importante en que el juego nos haya atrapado de principio a fin. Aunque es cierto que en la aldea del principio pasamos bastante tiempo, llega un momento en el que no paramos de descubrir un entorno nuevo detrás de otro. El diseño de los niveles es muy bueno tanto en lo jugable como en lo artístico: muy vertical, sabe guiarnos, sorprende de vez en cuando con alguna estancia o área, y en ocasiones, coloca secciones de plataformas ingeniosas.
Son, además, entornos repletos de detalles, que brillan más en las calles bañadas por los neones, en los hogares, en las tiendas, y en general, en los elementos menos naturales de los escenarios. Si bien no está todo al mismo nivel de fotorrealismo, algunos lugares de esta representación futurista y posapocalíptica de Kowloon nos han dejado boquiabiertos.
Se nota, sin embargo, que es un mundo muy rígido, aunque las expresivas animaciones y el propio modelado de los robots es genial. Nuestro peludo protagonista, eso sí, tiene algunos errores de animación ocasionales, aunque en las secuencias más estáticas nos parecerá estar observando un gato real. En cuanto al sonido, la ambientación sonora está genial y los textos en español son más que correctos, pero no hay nada destacable musicalmente.
Conclusión
Stray es una aventura de exploración, plataformas y puzles que si bien no consigue sorprender, tiene un ritmo jugable y argumental lo suficientemente ágil como para percibirse muy fluido durante toda su duración. Su trama no trata ningún concepto que no se haya explorado en mil historias de ciencia ficción, y realmente no es tanto la historia del gato callejero que controlamos como la del robot que le acompaña. Tampoco acierta en todas sus decisiones, como hacer el salto contextual en lugar de libre. Es decir, tiene fallos de diseño y/o de ejecución aquí y allá, pero a pesar de todo ello, es un título muy disfrutable que nos ha atrapado de principio a fin, a pesar de que no es ni la experiencia innovadora que nos gustaría obtener de un juego protagonizado por un gatito atrapado en una ciudad futurista, ni tampoco la demo técnica convertida en juego que se podría temer.
Hemos realizado este análisis gracias a un código para PS5 ofrecido por TNPR.